La voz curtida por los años, pero aún vibrante con la pasión del tango, llenó el estudio de NECRADIO 98.3 del multimedios NQ. Rodolfo López, bioquímico de profesión y tanguero de alma, se sumergió en un diálogo nostálgico y reflexivo sobre su vida, sus amores y el presente esquivo del género que lleva en el corazón, dialogando con Federico Cañadas. Sus palabras, como notas melancólicas de un bandoneón olvidado, pintaron un retrato entrañable de un hombre aferrado a sus raíces.
La capacidad evocadora del tango fue un eje central del diálogo. “Vos tenés que lograr que en tres minutos el tipo se imagine todo lo que vos estás cantando”, sentenció López, para luego demostrarlo con la lectura sentida de “Mi viejo San Cayetano”, una letra propia que transportó a los oyentes a paisajes de antaño: “Con nieblas de nostalgia vienen a mi memoria. Mi viejo San Cayetano, recuerdo de tu ayer… Qué tiempos me robaron tu rambla, tus palmeras, tu tren de pasajeros”.

La conversación derivó hacia la interpretación en el canto, donde López no dudó en destacar que “si el tipo sabe interpretar lo que está cantando, te hace ver lo que él quiere que veas”. Incluso se animó a contradecir la idolatría vocal al señalar que, a pesar de su innegable talento, Frank Sinatra tuvo intérpretes superiores, priorizando la capacidad de transmitir emociones por encima de la perfección técnica.
Al hablar de amistades, López evocó nombres entrañables que ya no están, como Miguel Volpe y Pascual Corapi, pero también celebró la presencia de “amigos íntimos” que aún lo acompañan.
La pregunta sobre el futuro del tango en Necochea desató un anhelo profundo: “Yo lo único que pediría por el tango sería respeto. Porque ya volver otra vez a los cauces anteriores sería imposible. Pero el respeto sí”. La dificultad de dedicarse plenamente al canto en un contexto donde se necesita “hacer otra actividad para después cantar” fue otro punto crucial. López compartió su experiencia enriquecedora al tomar clases con un lírico que lo ayudó a superar sus temores con los agudos, enseñándole a “acomodar el paladar hablando para poder cantar en agudo”.
A pesar de poseer un vasto material tanguero, López confesó su autoexigencia como un obstáculo para realizar un programa radial dedicado al género. “Soy tan exigente que voy a terminar poniendo horas a montones, para llegar a hacer media hora, cuarenta y cinco minutos de programa”, explicó con honestidad.
Al reflexionar sobre su vida, Rodolfo López se definió como un hombre que persiguió sus pasiones sin dudarlo, desde correr en moto hasta recibirse de bioquímico y martillero público. Su relación de toda la vida con su novia y el trabajo en familia son pilares fundamentales de su felicidad. Incluso se dio el gusto de restaurar una Norton 500 de 1948 a los 69 años, un símbolo de su espíritu inquieto.
En el cierre de la charla, la calidez y la autenticidad de Rodolfo López dejaron una huella imborrable, reafirmando su compromiso vital con el tango y con una existencia plena de experiencias y afectos. Un hombre que, como las melodías que ama, atesora los recuerdos y sigue vibrando con la intensidad del presente.