Abel Coria, se acercó a los micrófonos de NECRADIO 98.3 del multimedios NQ, en el programa “Esta Mañana” que conducen Federico Cañadas y Mario Tambascia. Pescador de afición y hombre de fútbol por vocación, Abel compartió una charla amena y reflexiva sobre la vida, el deporte y la pasión como motor fundamental para alcanzar los sueños. Rememorando su infancia en una Necochea de barrios y potreros, con siete hermanos y una realidad familiar que lo obligó a trabajar desde temprana edad, el fútbol era el escape y la pasión compartida en las calles de su barrio. “El único deporte que teníamos era el fútbol”.
La pasión, esa palabra que Abel repitió como un mantra, es para él el ingrediente indispensable para cualquier actividad en la vida. “Si vos no tenés pasión, si querés jugar al fútbol, tenés que tener pasión. Para lo que hagas tenés que tener pasión. Para estudiar, para lo que hagas, para jugar. Si no le metés pasión, no se puede”.

Su propio camino en el fútbol local lo llevó a Rivadavia, donde con apenas 12 o 13 años ya mostraba su talento. Una anécdota curiosa de esa época lo pinta junto a sus amigos, cazando pájaros en la zona arbolada cercana a la cancha, hasta que los murmullos de un partido los atraparon. Así, se sumaron a jugar, sin imaginar que ese sería el inicio de su trayectoria en el club.
Tras un breve paso por Gimnasia, donde debutó en primera a los 14 años, Abel regresó a Tiro Federal para jugar en la liga amateur, donde la pasión barrial era palpable. Finalmente, recaló en la Escuela Cruz, donde un ojeador lo impulsó hacia una prueba en Estudiantes de La Plata.
Su llegada al fútbol profesional no fue lineal. A pesar de una despedida emotiva en Necochea, debió demostrar su valía nuevamente en el club platense. Sin embargo, su talento lo llevó a la reserva y luego al primer equipo, donde tuvo la oportunidad de marcar a jugadores de la talla de Bochini. “Yo hice los dos goles de Estudiantes y él hace los dos goles para Independiente”, recordó sobre un duelo memorable.
Tras un préstamo a Quilmes y una oferta para jugar en Colombia, Abel regresó a Estudiantes con la promesa de jugar la Copa Libertadores, aunque finalmente su camino lo llevó a otros clubes. Sin embargo, su objetivo principal siempre fue claro: “Comprarme una casa, que era el objetivo cuando yo empiezo a jugar. Era tener mi casa propia”, sueño que finalmente concretó.
Rodeado de amigos y con el cariño de sus hijos y nietos, Abel Coria disfruta hoy de la tranquilidad de su Necochea natal, sin dejar de lado su pasión por la pesca. Su historia es un testimonio de cómo la pasión, el esfuerzo y la disciplina pueden abrir puertas y dejar una huella imborrable en el camino de la vida.