Amancay Peralta, una empresaria que, desde los 23 años y con apenas unos ahorros, construyó “Ábaka” y posteriormente un flamante multiespacio en pleno centro de la ciudad, nos abre las puertas de su trayectoria, marcada por la intuición, el sacrificio y una visión de negocio que desafió los pronósticos.
Su voz en los estudios de NEC Radio, 98.3 del multimedios NQ, al dialogar con Federico Cañadas y Nicolás Mario Tambascia, durante el programa “Esta Mañana”, relata un camino de 22 años en el mundo del comercio necochense, un camino que inició “desde cero”, como ella misma lo describe. A los 23 años, Amancay dio sus primeros pasos con “Ábaka” en el local de la playa. Un comienzo “muy chiquito”, con “mis ahorros de los 23, que eran muy poquitos”. Pero detrás de esa aparente fragilidad, se escondía una historia de trabajo incansable. Desde los 13 años, Amancay ya se fogueaba en el comercio, y a los 17 era encargada de un local de ropa. Su paso por Buenos Aires, donde estudió diseño de interiores y trabajó como promotora y modelo publicitaria, le permitió ahorrar y forjar una independencia.
El retorno a Necochea, en un convulsionado 2003, fue el punto de inflexión. “Fue magia lo que pasó con Ábaka”, recuerda. El día de la inauguración, “había cola de gente para entrar”. Su clave: identificar una necesidad en la ciudad. “Yo me compraba ropa en Buenos Aires en un lugar donde la ropa estaba ordenada por color. Acá era el mostrador nomas, entonces el concepto de la ropa colgada por color, más minimalista, con música chill de fondo, esa onda no existía”. Un concepto que muchos le decían “esto acá no va a funcionar”, pero que Amancay, con su “frescura de la juventud”, convirtió en un éxito rotundo.

Vivir por y para el negocio: la independencia como motor
Los primeros años fueron de pura resiliencia. “En ese local, que era bastante grande, tenía lo que es ahora una oficina, un colchón en el piso, no me daba para alquilar local y departamento, así que ahí viví durante los dos primeros años”. Incluso con sus padres en la ciudad, su espíritu independiente la impulsó a forjar su propio camino. “Yo quería lo mío, como sea”, afirma. Los inviernos sin gas, las comidas a base de fideos y arroz, son anécdotas que hoy evocan un profundo valor por lo logrado.
Para Amancay, el negocio es sinónimo de servicio. “Para mí estar en la exposición, que el negocio esté abierto para que la gente pueda ir cuando no está trabajando, siempre lo pensé”. Esta filosofía la llevó a abrir los domingos, “creo que un nicho que no había”. Mucho antes de la pandemia, ya ofrecía envíos a domicilio y una página web. “Para mí el servicio es lo que marca la diferencia”, sentencia.
El “nuevo bebé”: un multiespacio que resucita la historia necochense
Su inquietud la llevó a expandirse al centro, con un local más pequeño y luego uno mucho más grande. Pero el verdadero “bebé”, como ella lo llama, llegó hace cinco años: la adquisición de la vieja galería Minerva en Calle 61, entre 62 y 64. Un lugar que, confiesa, encontró “destrozado”, “literal había ratas, letrinas en los baños de uso común”.
Sin embargo, su intuición le susurró que allí había algo más. “Llegué al patio y tiene ese pino, un cedro, me dice mi papá, que tiene 200 años, y era como un microclima. Y vos si estás ahí, vas a escuchar los pajaritos todo el tiempo, todo el año, es impresionante, un microclima”. A pesar de las advertencias de todos, que le decían “no te metas ahí, esto es un quilombo”, Amancay decidió apostar.
Hoy, el multiespacio cuenta con diez espacios distintos, incluyendo un café, oficinas de alquiler mensual o por módulos, y un salón de eventos con capacidad para 60 a 90 personas, dependiendo del tipo de reunión. “Ya está prácticamente”, dice, esperando la habilitación oficial.
La historia de Amancay Peralta es un testimonio de perseverancia y visión. Una joven que hoy es un faro de inspiración para Necochea. “No hay otro secreto que meterle y trabajar”, concluye, demostrando que con pasión y determinación, los sueños, por más grandes que parezcan, se pueden construir desde cero.