Luciana González Ramella, licenciada en Nutrición, y Joaquín “Poma” Garona, entrenador físico, ofrecieron una nueva columna en la que analizaron los beneficios y precauciones del ayuno intermitente, práctica que gana espacio en las consultas profesionales y en las redes sociales.

González Ramella explicó que “el ayuno es la ausencia de alimentos durante un período determinado”. El más difundido es el intermitente, con una ventana de ocho horas para ingerir alimentos y 16 horas sin comer. También existen modalidades como el 5/2 —cinco días sin ayuno y dos con restricción— y el esquema de días alternos.
La nutricionista remarcó que “el ayuno no constituye un patrón alimentario en sí mismo, sino una estrategia que puede ser útil en determinados casos, siempre de manera progresiva y sin convertirse en un esfuerzo excesivo”.

En cuanto al vínculo con el ejercicio, Poma señaló: “Entrenar en ayunas puede mejorar la disponibilidad de energía en los músculos y aumentar el rendimiento, aunque no es recomendable para todas las personas”.
Ambos coincidieron en la importancia de una correcta ruptura del ayuno. Según la especialista, lo más indicado después de entrenar es una combinación de tres partes de hidratos de carbono por una de proteínas, con opciones como frutas con granola y semillas, o una ensalada con pastas y alguna fuente proteica.
Entre los beneficios respaldados por la evidencia científica, destacaron mejoras en la respuesta glucémica, reducción de la resistencia a la insulina, disminución del colesterol LDL y de los triglicéridos, así como un descenso de la masa adiposa sin pérdida muscular, siempre que la ventana de alimentación sea equilibrada.
Además, González Ramella subrayó la dimensión espiritual del ayuno: “En distintas religiones y filosofías se utiliza como práctica de purificación y limpieza interior, capaz de aportar claridad mental y un mayor estado de conciencia”.
Los profesionales recomendaron un acompañamiento responsable: “No es lo mismo practicarlo a los 20 años que a los 40 o a los 60. Cada organismo es distinto y requiere adaptación”, afirmó la nutricionista.
Finalmente, dejaron un mensaje central: “El cambio de hábitos debe ser progresivo, desde la alimentación hasta lo cotidiano, como caminar más o hidratarse mejor. No hay que apurar los procesos; los resultados aparecen cuando aprendemos a escuchar a nuestro cuerpo”.