Sentada en el estudio de NEC Radio, 98.3 del multimedios NQ, durante el programa “Esta Mañana” que conducen Federico Cañadas y Nicolas Mario Tambascia, Mónica Bouysedde, madre de Alfredo Marcenac, brutalmente asesinado en 2006, Mónica ha convertido su dolor en una fuerza imparable de compromiso social. “La rabia también puede tener formas productivas y constructivas”, afirma.
Mónica, originaria de Pigüé, una hermosa localidad cercana a Sierra de la Ventana, llegó a Necochea tras sus estudios universitarios en La Plata, donde conoció a su esposo Adrián, también de Pigüé. Juntos, “por esas cuestiones de oportunidades laborales, vinimos a vivir a Necochea, aca desarrollamos toda nuestra familia, siempre habíamos tenido la idea de volver a Pigúé, cuando nuestros hijos se hubieran ido a estudiar, y bueno, después del crimen de Freddy, de la muerte de Freddy, ya decidimos como afincarnos acá, armamos una asociación civil”, relata.

La fuerza del amor y la fe ante la tragedia
Al ser consultada sobre de dónde saca la fuerza para seguir adelante, Mónica reflexiona: “Creo que lo que me ha ayudado a vivir es más que nada el amor, la consideración, los vínculos que siempre hemos podido construir”, confiesa. Para ella, incluso las situaciones más trágicas de la vida “se pueden sostener cuando uno tiene un respaldo afectivo, personas que construyan una red o con quién construir una red”. En aquel momento de inmenso dolor, la familia, los amigos y la sociedad necochense brindaron un apoyo incondicional.
Su fe, como católica comprometida, también ha sido un pilar fundamental. “Se la ve con paz”, le comenta el entrevistador. “Sí, yo soy una persona que tiene tranquilidad”, responde, atribuyendo parte de esa paz a un trabajo personal que cultivó desde joven ”trabajé mucho en mi vida, previamente, no sabía lo que la vida me iba a dar, pero me ocupé bastante…uno tiene que trabajar y darse cuenta de cómo podemos ir modelando y trabajando con nuestra forma de ser y construir una personalidad que nos haga, no solamente sentir bien a nosotros sino también de ayudar a otros”.
De la furia a la acción: La voz de Freddy
La asociación civil que Mónica y Adrián fundaron, dedicada al desarme y la concientización sobre la violencia, nació a los pocos meses del crimen de Freddy. El impulso inicial, recuerda Mónica, vino de los amigos de su hijo y los estudiantes de la Escuela Técnica 3, donde ella trabajaba como trabajadora social. “Los chicos venían a casa y me decían, Mónica, pero algo tenemos que hacer”, relata, y en esas voces, Mónica hoy ve la impronta de Freddy. “Siempre, me di cuenta mucho más tarde que eso era la voz de Freddy, que estaba ahí planteando que, bueno, algo había que hacer, que no podíamos resignarnos a que las cosas ocurrieran de ese modo”.
Esa “rabia y furia” se transformó en acción, un camino que transitaron rápidamente y que, paradójicamente, les dio fuerza. “En eso había también una cierta paz y alegría en lo que estábamos haciendo, porque uno empieza a hacer las cosas por otros”, explica. Esta motivación, el deseo de evitar que otras familias pasen por el mismo dolor, es lo que la reconforta en medio de la angustia. “Yo ya no quiero hacer las cosas por mí, porque mis hijos o mi hija o mi hijo, yo ya no lo voy a recuperar, pero sí uno trata de hacer algo por otros, por otros hijos, por otras hijas, y me parece a mí que eso es algo que reconforta en el dolor”.

Perdonar al asesino y construir un futuro sin odio
Una de las revelaciones más impactantes de la charla fue la capacidad de Mónica para perdonar. “Nosotros, por lo menos yo, ya perdoné al asesino de Alfredo, que Dios disponga…”, dice. Para Mónica, el odio y el rencor son trampas que “terminan también matando”. En cambio, ella eligió la construcción: “saber que pudimos construir, a pesar de toda la energía de muerte que instaló un asesino, poder construir más allá de eso, es también una revancha de algún modo”.
La vida, a pesar de las pérdidas, le ha dado mucho. “Creo que en definitiva me dio mucho más de lo que me quitó”, asegura. El amor que construyó y el que recibió siempre fueron superiores al odio. “El asesino se llevó la vida de nuestro hijo, pero no me va a llevar puesta ni a mí, ni a mi esposo, ni a mis hijos, ni a los que vienen, ni a los que están alrededor nuestro”, afirma. Hoy, Mónica es abuela de dos nietos que le alegran la vida, demostrando que la vida siempre se abre paso.
Armas y sociedad: “Un arma fue creada para matar”
El diálogo también abordó la polémica sobre la tenencia de armas en la sociedad argentina, un tema central en la lucha de Mónica, ella explica que el trabajo por el desarme busca “evitar que ocurrieran más muertes como la que ocurrió con nuestro hijo”. Si bien reconoce que el camino es sinuoso, con avances y obstáculos, cree que ya se ha instalado una verdad fundamental: “Las armas son instrumentos de muerte”.
“Un arma fue creada para matar”, sentencia. Mónica enfatiza que, en una sociedad conflictiva como la nuestra, tener un arma es “tener un problema”, ya que la mayoría de las muertes por armas de fuego ocurren en conflictos interpersonales, suicidios y accidentes. “Cuando permitimos o aceptamos que haya un arma de fuego en la vida doméstica, estamos viviendo con un elemento peligroso, un objeto de muerte”, advierte.