Con 49 años de trayectoria dentro de una cancha, Patricia Caravone se ha convertido en una de las referentes históricas del hockey de Necochea. A los 59 años continúa jugando y transmitiendo su experiencia como entrenadora, demostrando que la pasión por el deporte no tiene edad.
“Hace 49 años que estoy jugando, así que agradezco a Dios poder seguir entrando a una cancha a los 59 años”, contó Caravone, quien comenzó su vínculo con el hockey en Tandil, cuando aún era un deporte poco conocido en la región. Luego, con su familia instalada en Necochea desde 1978, continuó viajando cada fin de semana para entrenar y competir.
El año pasado formó parte de la Selección Argentina +55 que participó en el Mundial disputado en Nueva Zelanda. La experiencia fue inolvidable, aunque para llegar debió atravesar un duro desafío económico. “El viaje costaba 4.600 dólares y yo no podía afrontarlo. Fue mi hija quien me convenció de intentarlo y la gente de Necochea me ayudó muchísimo. Hicimos rifas, empanadas, cenas y hasta recibí colaboraciones de jubilados que no me conocían pero querían que cumpliera mi sueño”.

Ese esfuerzo colectivo le permitió viajar y representar al país. “Cada partido era un sueño. Cuando sonó el himno en la final, lloré de la emoción. Todavía me cuesta creer todo lo que viví”, recordó.
Consultada sobre el presente de la disciplina en Necochea, señaló que “faltan entrenadores, infraestructura y sobre todo continuidad en las categorías formativas”. Actualmente, los clubes Del Valle y Náutico son los que mantienen la competencia oficial, aunque Caravone remarcó que el recambio se complica porque muchas jugadoras se van a estudiar a otras ciudades y terminan reforzando equipos de Mar del Plata o Buenos Aires. A pesar de las dificultades, destacó que hay buen semillero: “En Necochea hay muy buenas jugadoras, varias en selecciones de Mar del Plata. Lo que falta es darle mayor proyección local para que los equipos no se desarmen”.
Hoy dirige en Santa Marina, donde asegura que lo más importante es la formación humana: “Primero busco un grupo unido y sano, y después lo deportivo. Les transmito humildad, solidaridad y el respeto por las rivales”. Con jugadoras de distintas edades, desde adolescentes hasta adultas, Caravone encara un proyecto que también apunta al futuro: “Sueño con que Santa Marina pueda ofrecer hockey para chicos y chicas desde pequeños, como opción deportiva en un pueblo donde casi todo pasa por el fútbol”.
Más allá de sus logros y desafíos, Caravone tiene en claro lo que significa el hockey en su vida: “Yo siempre digo que, si me muero dentro de una cancha, voy a ser feliz. La pasión sigue intacta como cuando empecé de chica”.