La ingeniera agrónoma Rosa Sarries, una figura referente para los amantes de las plantas y el arbolado en Necochea y Quequén, ofreció una mirada crítica y apasionada sobre el estado del arbolado de línea, la desconexión social con la naturaleza y la importancia de la educación ambiental.

En conversación con Federico Cañadas y Nicolás Mario Tambascia, durante el programa “Esta Mañana” y desde los estudios de NEC Radio, 98.3 del multimedios NQ, Sarries explicó que “lo que llamamos árboles de alineación son los que están puestos en la vereda, de todas las ciudades”, los plátanos, con su majestuosa sombra en verano y su generosa desnudez en invierno, fueron la elección original para las ciudades planificadas de la provincia de Buenos Aires a finales del siglo XIX. “Sombra y reparo de la tierra en el verano y sol en el invierno. El plátano”, detalló, señalando que los que aún hoy adornan el perímetro de la Plaza Rocha son un claro ejemplo de esta sabia elección.
La “tala indiscriminada” y el progreso desenfrenado
Sin embargo, a lo largo de los años, el plátano ha sido reemplazado o maltratado. La ingeniera agrónoma marcó la década del 70 como un punto de inflexión en la destrucción del arbolado de Necochea, coincidiendo con “la instalación del neoliberalismo” y un “progreso alocado” que ha generado un “desprecio, un olvido por lo que estuvo”.
Sarries, contrasto la valoración del pasado en ciudades más “conservadoras” con el “vértigo” de las localidades turísticas, donde “sacar, borrar, no cuesta nada, a veces hasta se lo ve como una obligación”. La facilidad con la que hoy se talan árboles con motosierras y maquinaria pesada, a diferencia de las herramientas manuales de antaño, agrava la situación.
La especialista también distinguió entre poda y tala, una diferencia crucial y a menudo ignorada. “Lo que estamos padeciendo en la ciudad hace muchos años es una tala indiscriminada”, afirmó. La poda, explicó, busca acompañar el crecimiento del árbol para que mantenga su forma ideal, mientras que la tala “es achicar a cualquier costo”, generando “manojos de fideos” en lugar de ramas sanas. Esta intervención indiscriminada, además de desfigurar los árboles, los desequilibra, afectando incluso sus raíces y el entorno, “Si no queremos veredas levantadas, no hay que podar los árboles más allá de la poda de formación.”
“Estamos en la culminación del capitalismo desenfrenado”, sentenció, donde todo está “cosificado” y carece de “esa alma que nosotros le estamos reconociendo en el árbol, porque existe”. La ingeniera agrónoma señaló la necesidad urgente de “desarrollar en la comunidad y por supuesto en las escuelas esa mirada, esa sensibilidad hacia el árbol”. De lo contrario, advirtió, “mientras que eso no se desarrolla adecuadamente con la misma intensidad, aunque se desarrolla la mercantilización de la vida, estamos en problemas”.