Por Luis Zubizarreta (Presidente de Puertos Privados). Pasado el Día del Cerealista, éste es el análisis.
En 1890 Argentina era un país en crisis, con un importante endeudamiento externo y una situación política inestable.
En 1910 se había transformado en una potencia económica fenomenal recibiendo con los brazos abiertos a millones de inmigrantes que vinieron a vivir un sueño americano. ¿Que paso en esos años? ¿Qué similitud con la actualidad?
Es interesante analizar esta historia ya que nos genera una gran esperanza en estos días que transitamos en un gran pesimismo.
En 1890, a raíz de la crisis conocida como de la banca Baring Brothers, en la cual nuestro país produjo un monumental default con repercusiones internacionales, el país caminaba al borde del abismo.
Recordemos que desde 1810 hasta 1861 en que sucedió la batalla de Pavón, Argentina había vivido en una permanente guerra civil y recién en ese entonces se iniciaba un virtuoso proceso de reconstrucción nacional pero la situación no era fácil.
En los últimos años del siglo XIX hubo un cambio que en ese momento parecía sutil pero en pocos años transformó todo, la combinación de la creación de infraestructura ferroviaria, el desarrollo portuario en donde el puerto de Ing White tuvo un rol muy relevante y la aparición de empresas comerciales que aprovechando los desarbitrajes existentes en el mundo, se dieron cuenta de que había una gran oportunidad para el país de convertirse en el granero del mundo.
Era cuestión de fortalecer instituciones como las bolsas de cereales e iniciar el proceso comercial con mercados líquidos y transparentes empujados por la competencia de empresas pioneras que buscaban colocar la producción argentina en países consumidores con bajas ventajas comparativas para la producción de alimentos en un proceso virtuoso de globalización y aplicación de los conceptos de economistas como Adam Smith y David Ricardo.
Empresas como Bunge & Born con el virtuoso liderazgo de Alfredo Hirsch o Louis Dreyfus, además de algunos comerciantes locales como los hermanos Weill junto a otros, comenzaron de manera vertiginosa a desarrollar una demanda estable y seria que permitió a los colonos y estancieros tener precios interesantes para tener el incentivo de producir cada vez más, combinando el esfuerzo de cientos de comerciantes/acopiadores en cada pueblo que fueron construyendo silos a la vera del pujante ferrocarril ofreciendo a través de cientos de almacenes de ramos generales los insumos para aumentar la productividad y tener cada vez cosechas mas importantes.
Inmediatamente hubo desarrollo y bonanza que derramó en el bienestar de cientos de pueblos y nuevas ciudades que fueron atracción de miles de inmigrantes haciendo realidad el sueño de Sarmiento de crear muchos Chivilcoy.
A eso se sumaron dos situaciones fundamentales: sucesivos gobiernos progresistas que dieron condiciones de estabilidad para el desarrollo de las nuevas y vigorosas cadenas agroindustriales y lo más importante, productores hábiles y que se adaptaron rápidamente a las condiciones y nuevas tecnologías.
En pocos años el cambio fue vertiginoso y convirtió a nuestro país en una potencia agroindustrial denominado el granero del mundo.
En la actualidad desde las cadenas agroindustriales vemos que nuestro país está produciendo muy por debajo de su potencial, principalmente por haber sido discriminado durante 50 años con erradas políticas con un enorme sesgo anti exportador.
Hoy la situación de fines del siglo XIX se puede repetir y el sector agroindustrial junto con otros como la minería, la energía, el turismo o el desarrollo de empresas tecnológicas están preparados para volver a llevar a nuestro país en un proceso virtuoso a ocupar el lugar destacado que merece dentro del concierto de las naciones. Solo falta una dirigencia política que cambie el rumbo y genere las condiciones necesarias para que eso suceda.
(*) Presidente de la Cámara de Puertos Privados.