Desde hace muchos años se ha especializado en cuchillos y a muchos le ha enseñado el oficio, entre ellos sus hijos, que continúan con el legado
En ciudades chicas, como Necochea, muchas veces decimos que nos conocemos todos, pero tal vez no sea tan así, porque no es tan chica la ciudad, porque en ciertos aspectos podamos tener algo de mentalidad de pueblo, pero intentamos manejarnos o hacerla ver como una ciudad más grande.
Pero en los pueblos más chicos, que pueden ser los del interior del distrito, como en este caso Juan N. Fernández, que el fin de semana estuvo festejando el 115° aniversario de su fundación, esos si son pueblos donde se conocen todos, proque así lo viven, así lo sienten y están muy orgullosos de ser parte de ese pueblo y de conocerse todos.
En estos pueblos pequeños, esos que están muy alejados, porque así lo quieren, del ruidoso movimiento de las grandes ciudades, suele haber personajes, o personalidades que se distinguen por alguna habilidad o característica en particular, y cuando se los nombra se los identifica rápidamente con ese pueblo.
Este es el caso particular de José “Gallego” Orejas, un hombre nacido y criado en Juan N. Fernández, que ha transitado la mayor parte de su vida entre el campo y el pueblo y siempre se ha dedicado a las tareas rurales y con el tiempo se fue convirtiendo en artesano, en guitarrero, cantor y poeta, inspirado por todo lo que lo rodea, de esos que calificamos como hombres de “tierra adentro”.
El fin de semana, de la visita que realizó parte del equpo técnico y periodístico de Diario NQ y NecRadio 98.3 a Juan N. Fernández, Federico Cañadas, conductor del programa “Recorriendo”, que se emite por dicha emisora en el horario de 6 a 8, entrevistó a este entrañable personaje de Juan N. Fernández como es el “Gallego” Orejas, artesano especializado en trabajos en soga, contó que “en el campo me fui interiorizando en las tareas rurales, como amanzar caballos, distintas técnicas y labores que se realizan con los caballos y también me fuí metiendo en el arte de la soga, los primeros pasos los di al lado de Antonio Linde, que me enseñó a trabajar en soga, luego compré algunos libros, y me fuí especializando en las vainas y mangos de cuchillos”.
Especializado en la cuchillería
Al respecto el “Gallego” explicó que “me fui metiendo en el arte de la soga, hasta que me crucé con ‘Chacho’ Salvatierra, que fue quien me indujo que me dedicara a los cabos y cuchillos y me iba dejando mercadería que él distribuía, y por la insistencia de él me fui abocando de lleno a la cuchillería y a la vez fui buscando gente para enseñarle este trabajo, esta artesanía para ir teniendo una mayor producción, y de esa manera se convirtió en mi actividad principal, la que hoy continúa, no sólo con migo, sino con mis hijos que le han dado continuidad a esta tarea, que están en Tandil y en Azul”.
Continuó explicando Orejas sobre su trabajo que “el tabajo lo hacemos nosotros desde cuerear los animales de epidemia, espués también comprábamos los cueros, los pelábamos a cuchillo y con gillete”, y agregó que la vaina del cuchillo, “se hace con el cuero vacuno y se cose con el cuero yeguarizo, con los tientos que se le llama, que ahora también se ha suplido con el cuero de ciervo, porque son más finos y tientos más delgados. Se puede tejer con distinta cantidad de tientos, según lo que se quiera hacer. Es un trabajo que requiere de mucha paciencia y sabiduría, la que le van dando los años y el observar el trabajo de otros, porque siempre uno va aprendiendo cosas nuevas, porque éste es un trabajo muy creativo”.
La guitarra y el canto también ocupan su tiempo
José Orejas también se ha dedicado, en tiempos libres que le dejaba el trabajo, a tomar una guitarra, tocar algunos acordes, cantar y también se fue animando a escribir algunos versos para poder interpretarlos luego, a lo que indicó que “siempre tuve una guitarra cerca, porque cuando me cansaba de trenzar y de hacer todos los trabajos con los cueros y la soga, me tomaba un tiempo para agarrar la guitarra y distraerme un poco, cantando una milonga, un vals o un chamamé”.
Orejas, entre lo que ha escrito, le compuso un chamamé a un perro, al “Batuque”, un perro que siempre encuentra en su camino cuando pasa caminando haciendo sus quehaceres y de quien ha sabido hacerse amigo y compañero, que se llama “Batuque, un amigo del camino”.
Chamamé para “Batuque”
Señaló el “Gallego” que “un día dije le voy a tener que hacer una letra a este perrito, porque siempre me acompaña y me sigue, y fui escribiendo distintas cosas en varios días, hasta que salió el chamamé. Un día, por sus saltos y mordiscos de cariño, le hizo un agujero a mi bombacha (pantalón) y no la quise arreglar, la dejé así como recuerdo del amigo y eso también lo incluí el la letra del chamamé”.
José Orejas se despidió fraseando el estribillo del chamamé de su autoría: “Supe su nombre, él es Batuque, cuando Batuque yo le nombré, un torbellino de sentimientos dentro de su alma le desaté.
“Volví a mi casa pantalón roto, roto por siempre, roto estará; es un recuerdo inigualable de su cariño y de su lealtad. A mis piés se aferra, mis piés no suelta, mi andar impide con su asediar, y yo interpreto que hay un reclamo, que sea su amo quiere expresar”.