Hacia 1865, el recién creado Partido de Necochea contaba con apenas un puñado de
habitantes dispersos a lo largo y ancho de un territorio que abarcaba los actuales Partidos de
Necochea, San Cayetano y Benito Juárez. Mientras que hacia el norte y el oeste limitaba
con la pampa infinita, hacia el este y el sur el río Quequén Grande y un imponente sistema
de dunas de espaldas al Mar Argentino oficiaban de límites naturales. Las tierras, en su
gran mayoría propiedad de la familia Díaz Vélez desde 1829, ofrecían innumerables
ventajas económicas en el marco del proceso de expansión de la actividad ganadera y su
gradual ocupación por parte de los primeros pobladores provenientes de Buenos Aires y el
resto del país.
Aquellos primeros habitantes, inmigrantes incluidos, realizaban tareas vinculadas a la ganadería y el comercio de los productos derivados de la misma a través de un incipiente
circuito comercial conectado con Buenos Aires por tierra y mar gracias a la construcción de los primitivos muelles de madera ubicados sobre las dos márgenes del río Quequén.
El escaso desarrollo de la técnica y el pobre desarrolle en materia de transporte explicaron los
magros resultados en materia de producción y comercialización de granos. A pesar de los
esfuerzos de Murga por convencer a las autoridades provinciales sobre el potencial
agrícola-portuario de nuestra región a principios de los años ochenta, los informes
presentados por el Ing. Figueroa demostraron –sólo diez años después- la inexistencia de
condiciones suficientes para el desarrollo de un sistema portuario que diera respuesta al
circuito de comercialización de granos.
Entre otros motivos, las excesivas distancias entre las ciudades de Buenos Aires,
Tandil y Bahía Blanca dieron origen a una serie de peticiones dirigidas a formalizar la
fundación de un pueblo cabecera con su respectivo puerto ubicado sobre la desembocadura
del río. Las tensiones surgidas en torno a la fundación del pueblo cabecera del Partido de la
Lobería Grande desde 1854 anticiparon la débil presencia del estado frente a los poderosos
intereses de los primeros terratenientes de la región. La falta de respuestas frente a las
peticiones elevadas por los pobladores hacia 1873, en ocasión del naufragio de El
Filántropo, ofrecen un claro indicio de las dificultades del estado provincial en formalizar la
ocupación efectiva del territorio a través de la fundación formal de un pueblo cabecera que
canalizara las políticas “civilizatorias” de una dirigencia ubicada a más de 400 kilómetros de distancia.
Sin embargo, y a pesar de la conflictiva relación entre los propietarios de las tierras
y el grupo de fundadores liderados por Murga y De la Canal, el gobierno de la Provincia de
Buenos Aires autorizó la fundación del pueblo de Necochea el 12 de octubre de 1881
gracias al decidido apoyo prestado por el gobernador Dardo Rocha.
Desde el intercambio epistolar entre Carmen Guerrero y Tomás Cruz a principios de
los años cuarenta del siglo XIX –el cual ofrece un pormenorizado detalle sobre las primeras
prácticas agrícolas de nuestra región- hasta los informes presentados por Ángel I.Murga a
principios de los ochenta, la historia de Necochea ofrece un terreno fértil para comprender
y explicar el sinuoso y accidentado recorrido de nuestra historia.